Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



miércoles, 22 de junio de 2011

Un día de picnic en S. Bernabé


Año 1969. Mis hermanos Mario, Azucena y yo.

Esta foto está hecha en S. Bernabé, en los prados que dan al mas de Ciprian, un paraje que en la actualidad sigue igual, aunque muchos pinos no sean los mismos después de 42 años. 

En verano, como no teníamos escuela y el buen tiempo invitaba a ello, solíamos salir a comer al campo. Mi padre era veterinario y áprovechaba las visitas que hacia a las masías para llevarnos a todos en el coche y dejarnos con mi madre y los bártulos en algún pinar mientras él se iba a hacer su trabajo.

Por aquellos años no estaba prohibido encender fuego en el monte y recuerdo a mi madre, haciendo honor a su origen valenciano, cocinando la paella sobre un fuego rodeado de piedras en algún claro entre los pinos, o a mi padre asando la carne sobre las brasas. 


La carne y la bebida la llevábamos en una nevera de hielo, el cual mi madre había preparado el día anterior en el congelador del frigorífico de casa. Estas neveras, tan comunes en la actualidad, eran una novedad en la década de los 60 cuando comenzaron a popularizarse los frigoríficos domésticos.


Mi madre, en una mano la nevera y la otra sujetando a Mario para que no se mueva, ¡que luego salen las fotos borrosas!.


El contacto con la naturaleza y el aire fresco del pinar abría nuestro apetito para alegría de mi madre que siempre se quejaba de que comíamos poco y nos veía demasiado flacos a los tres; sobre todo a mí, el mayor, que parecía un manojo de sarmientos y que por ello cada dos por tres me daba vitaminas y reconstituyentes para ver si engordaba. Pero yo todo lo empleaba en crecer y las calorías que sobraban las consumía en mis juegos y aventuras. 


San Bernabé era uno de nuestros sitios preferidos para salir de picnic: el pinar tapizado de césped desde la ermita, ladera abajo hasta el llano que lleva a Mosqueruela, invitaba a jugar con la pelota, a dar volteretas y tumbos, a explorarlo buscando hongos de prado, fresas, endrinas , calambrujos... Tenía una charca, donde siempre habia agua y abrevaba el ganado, que nosotros visitábamos para pescar renacuajos o probar nuestros barcos de corteza de pino... ¡Que rápidas pasaban las horas! 


Cuarenta años después me sigue fascinando San Bernabé, tan próximo a mí como lo son mis recuerdos de aquellos luminosos días. Casi siempre que voy a Mosqueruela visito la ermita y el pinar de mi infancia y compruebo con alegría que el paraje sigue igual, como si el tiempo se hubiera detenido y en cualquier momento pudiera aparecer mi padre, en su Dyane-6, de vuelta de su visita a las masías.


Es la magia de San Bernabé.



2 comentarios:

  1. qué belleza, Alberto! Este tipo de artículos suelen destilar algo de tristeza, el mundo ha cambiado mucho, en ocasiones para peor, en otras para civilizarnos un tanto o protegernos de nosotros mismos. Aun recuerdo los tiempos cuando podía uno acampar donde quisiese. ¿Sería eso posible hoy en día? No quiero ni pensarlo. De todas formas, a pesar de ese tono nostálgico, da alegría saber que San Bernabé sigue tal cual lo viviste en su día. Es lo bueno y mágico de esta tierra, no?
    saludos desde el maestrazgomagico.blogspot.com
    RAUL

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  2. Entrañable entrada, los buenos recuerdos de salidas con familia nunca se olvidan, más bien se añoran.
    Saludos y feliz domingo

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