Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



lunes, 29 de agosto de 2011

Cincuenta años chinchirinos





El Reencuentro


El pasado sábado 6 de Agosto, bajo el radiante sol del mediodía, un alegre grupo de personas se fue formando entre los puestos del mercado de la plaza Mayor de Mosqueruela. Mientras esperaban a la guía que les iba a enseñar el pueblo y a explicar su historia, algunos se saludaban como si hiciera mucho tiempo que no se veían; otros hablaban animadamente entre ellos en improvisados corros; se presentaban unos a otros:
- yo soy ... ¿te acuerdas?
- ¡pues claro que me acuerdo!, pero si no me lo dices no te reconozco.
Para cualquier observador atento de la escena era fácil deducir los vínculos que unían a este grupo: todos rondaban los 50 años y vivían o habían vivido en Mosqueruela. El motivo que les había llevado allí desde los más diversos puntos de nuestra geografía era celebrar que cumplían medio siglo en 2011... y es que en el rio del tiempo, que es la vida, todos nosotros vamos en la misma barca: la de los nacidos en el año 1961.




Una visita nostálgica


El grupo, pastoreado ahora por la guia, pasó por delante de la tienda de Estrella, la hija de la tia Pascuala, y se dirigió hacia el Portal de S. Roque. En el trayecto se enteró del porqué de las moscas y las peras en el escudo de la villa y otras curiosidades históricas de las que no hablaré ahora porque no es el tema de esta crónica.


Desde lo alto de este Portal 1200 años os contemplan.


Aquí lo que os quiero contar es que cuando llegaron al portal de S. Roque, el monumento más fotografiado del pueblo, ellos también se hicieron la foto: sobre las escaleras y bajo el arco dijeron al unísono "patata" y todos salieron muy favorecidos.





El paseo siguió bordeando la vieja muralla pasando por el Portal de la Vistorre hasta el Portal de Teruel. Y los que hacia más tiempo que no venían por el pueblo comprobaron como los viejos corrales y las eras empedradas de su infancia, escenario de tantos juegos y aventuras, habian sido sustituidos por modernas casas; y lo que antaño fueran veredas pedregosas por donde pasaban el ganado y los tractores, ahora eran amplias calles de cemento  y algún coche pasando de tanto en tanto.





Traspasado el Portal de Teruel, bajaron buscando de nuevo la plaza y la iglesia para después continuar por la calle Ricos Hombres, donde apreciaron los hermosos alerones de las viejas casonas centenarias y sus austeros portales de piedra tallada. El sol apretaba y alguno se protegía de él utilizando el folleto turístico como visera.




En el Portal del Postigo una estampa curiosa fue la de todos los integrantes del grupo levantando la mirada hacia los tejados. Intentaban vislumbrar la figura que protegía antaño de las brujas y malos espíritus a los pobladores de la villa. Esta era una sencilla bola de piedra tallada, situada sobre el antiguo torreón y que solo se veía desde el otro lado del portal




El grupo continuó bajando por un estrecho callejón que acababa abriéndose a la Vega de Mosqueruela, con sus hermosas vistas del Plano y el Portillo y subió las escalinatas que llevan a la Portera.




- ¡No están las acacias! - exclamó alguien con pesar al ver dos tocones resecos entre el cemento. No sabía que algunas murieron de viejas hace unos años. Pero para consuelo de los más nostálgicos se ha de decir que  muchas de las acacias que nos dieron sombra en la infancia todavía siguen en pie, aunque, como nosotros, ya no tiene el vigor de hace 40 años.




Mientras la guía explicaba la hermosa fachada de la ermita de Santa Engracia no pude evitar que mis pensamientos volaron a cuando era nuestra escuela, y veía un río de niños saliendo al recreo, invadiendo la Barbacana y la Portera con su bulliciosa presencia, y a D. Timoteo, maestro querido en el recuerdo, destacando con su alta figura tras ellos. 




El bar de Valentín, "La Portera", cerrado hace años, todavía lucía un descolorido letrero de una marca de helados y al girar la esquina de la calle Isabel Bielsa ya no estaba su tienda que comunicaba con el bar, ni la carnicería de la tia Sofía, ni la tienda de Puerto, un poco más abajo, en lo que entonces decían que fue el Palacio de rey D. Jaime... ¡que poco queda del callejero de nuestra infancia!




Al final de esta calle, frente al edificio del antiguo hospital, finalizó la soleada visita por las calles y la historia de Mosqueruela y ya nos dirigimos, en amena charla y cuesta abajo, hacia el Montenieve, donde nos esperaba la comida de hermandad, que a tenor de las fotos que se muestran no precisa de muchos comentarios.


La comida








El grupo al inicio del banquete, compartiendo recuerdos y vivencias de otros tiempos...y de los actuales también.




Justamente, este 6 de agosto, hacía 50 años que nació Vicente y le prepararon una tarta con una velita que apagó sin problemas. En la foto Vicente, con los carrillos inflados, momentos antes de acabar con la llama mientras Lola le sostiene la paleta. 


Su cumpleaños, de alguna manera, era también el de todos nosotros y aquí posamos con Vicente y la tarta, que vivía su última hora de vida.



Ya en la sobremesa, mi amigo Juan José fue al coche a por su inseparable guitarra (amplificador incluido) y nos amenizó el café y los licores con los acordes de su amplio repertorio. Ni que decir tiene que triunfó y a punto estuvo de salir a hombros como los toreros.




Tras la tarta y los cafés, la sobremesa, acompañada por los licores y la guitarra de Juanjo, se prolongó hasta casi las siete. Si a esas horas alguien pensaba que la reunión ya tocaba a su fin, estaba muy equivocado....


La Fiesta




Porque en La Nave nos esperaba la segunda parte: Una fiesta con el dúo "Nova Melodia"...






... que nos recordó nuestras viejas canciones y que muchos bailaron entre copas, risas y buen humor...




... mientras otros optábamos por la charla distendida en la terraza que daba a los huertos.




Como vemos en la foto fue una fiesta muy movida.


Incluso hubo espontáneos que salieron al escenario. Aquí bailando lo que parece ser una jota, aunque faltan las castañuelas.


... y en esta foto, el hula-hop sin el aro.


 
Saludando a la cámara equivocada.




La noche caía sobre Mosqueruela y el guateque seguía sin desfallecer ni un momento.



La Cena




Cuando la noche empezó a refrescar, como un maná caido del cielo, aparecieron unas bandejas con comida... y es que con tanta marcha la gente se
olvida que hay que cenar.



Pedro José y Vicente  se empeñaron en que no sobrara nada y en la foto los vemos preparando montaditos con las últimas existencias para repartirlas entre
el personal.



"A veces soy un poco cansino", dijo Juanjo cuando apareció de nuevo con su guitarra. Él sabía que no era así y que todos lo estábamos deseando... porque Juancho la domina incluso mejor que el tirachinas en los tiempos de pantalones
cortos, cuando íbamos a las eras a cazar gorriones. 


Bajo las estrellas de Mosqueruela escuchando "La Orquesta Bramaderas".... ¡tela marinera!





La Despedida


Al filo de la medianoche llegó el inevitable momento de la despedida. Todos nos vamos con el corazón repleto de entrañables recuerdos compartidos y de comprobar que los viejos amigos siguen, como yo, teniendo a Mosqueruela en su corazón. Me voy con un sentimiento de dulce melancolía y la sensación de haber vivido un día que guardaré para siempre en el cofre de mis recuerdos chinchirinos. 




Y aquí acaba esta crónica, una crónica de la Mosqueruela de 2011, filtrada por la visión subjetiva y nostálgica de uno que la vivió hace 40 años y que me gustaría finalizar recogiendo las palabras que pronunció alguien en la despedida:

"Adios amigos, nos vemos en los cien años chinchirinos"


Aielo de Malferit (Valencia) agosto de 2011. Fotografías: Conso Tena, Ángel Sánchez y Alberto Agudo.