Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



lunes, 31 de octubre de 2011

Tiempo de Calambrujos

Calambrujo

Cuando comienza el otoño en Mosqueruela una nota de color destaca entre los márgenes de piedra, en los yermos soleados o junto a las veredas y caminos: es el rojo de los calambrujos, los frutos del humilde Rosal Silvestre que tanto prolifera por las solanas despejadas de estas tierras.

Quizá viendo su aspecto desaliñado, con sus tallos espinosos, enmarañados y secos, sea difícil imaginar que a principios del verano fue un lozano rosal, y que cada una de estas cápsulas carmesí fue el cáliz que albergó una delicada rosa de cinco pétalos. 

Rosa Canina. Foto:http://es.wikipedia.org/wiki/Rosa_canina 

Estas rosas, cuyo color va del blanco al rosa pálido, son muy frágiles; sus pétalos se desprenden con facilidad a merced del viento y también cuando son cortadas. Su fragancia, aunque suave, es especialmente cautivadora y se usa como esencia en perfumería. Esta belleza efímera, con una vida tan fugaz, hace que las estime más cuando tengo la suerte de contemplarlas en Mosqueruela.

Ahora, en otoño, la planta ha culminado su ciclo vital y, cuando los calambrujos han mudado totalmente su color de verde a rojo intenso o anaranjado, las semillas que contiene ya están maduras y recubiertas de una suave "pelusilla" de la que me gustaría hablar después.

El rojo intenso de los calambrujos destaca en el paisaje otoñal. Calambrujos en las cercanías de San Bernabé. Foto Azucena Agudo.

Siempre me ha atraido esta planta tan ligada a mis recuerdos chinchirinos. En aquellos tiempos infantiles en que las golosinas eran un lujo de los domingos, solíamos comer muchas cosas que nos ofrecía gratuitamente la naturaleza. Así, después de la temporada de moras en verano, en otoño llegaba el tiempo de los calambrujos, que nosotros comíamos tras haberlos abierto y vaciado de las semillas. Tenían un sabor dulce y a la vez un poco ácido por su alto contenido en vitamina C, pero muy agradable al paladar. 

Los calambrujos, para ser comidos, deben vaciarse antes de sus semillas irritantes. Si se utilizan los dedos ¡mucho cuidado!


El inconveniente era que, como lo que se come es la piel del fruto y esta es tan fina, debías pelar una buena cantidad para saciarte y además, poner mucho cuidado con la pelusilla de las semillas que se quedaba adherida a los dedos, pues de solo rozarte la piel te producía una molesta y persistente comezón. 

Por esto no era extraño que en algunas ocasiones guardáramos estas semillas en una caja vacía de cerillas para, el día siguiente, llevarlas a la escuela y dejarlas caer entre la espalda y la camiseta de algún incauto... aunque a veces uno mismo acabara también siendo una víctima más de aquella broma traicionera. Al respecto es curioso lo que nos dice el gran botánico Pio Font de Quer en su "Dioscórides Renovado" y que cito textualmente:

"Esta fruta roja de toda casta de rosales tiene la superficie interna tapizada de pelitos rubios, rígidos y quebradizos, la picapica, los cuales, cuando se introducen al descuido entre la camisa y la piel de cualquier rapazuelo, producen endiablada comezón."

Precisamente, esta característica irritante de los granos del calambrujo se utiliza en la industria de los artículos de broma. Los pelillos rubios se envasa en pequeñas cajitas con el nombre de  Pica-Pica  y es uno de los artículos de broma más clásicos y populares, junto a las bombas fétidas y los polvos de estornudar.

Con los pelillos de las semillas de calambrujos se fabrican los polvos pica-pica, un clásico de los artículos de bromas. Foto: Proyecto Naschy.

La calambrujera también nos ofrecía los "tronchos"; así era como llamábamos a sus tallos tiernos que, una vez pelados, comíamos muy a menudo. Algunos que salían de la base de la planta llegaban a tener el grosor de un espárrago. Son jugosos y ligeramente dulces.

Las espinas de este rosal son diferentes, mas curvadas, como diminutos colmillos de un perro, de ahí su nombre científico de Rosa Canina. Popularmente se le conoce como Rosal Silvestre, Agavanzo o Gavardera (entre otros muchos) y a su fruto Escaramujo, de donde debe provenir, por deformación del nombre, el de "calambrujo" que es como se le conoce en Mosqueruela.

Destaca el calambrujo por su altísimo contenido en vitamina C (según esta tabla, el calambrujo tiene un 2%, mientras que la naranja tan solo un 0,05%), sin duda el comerlos aporta beneficios a la salud y eso lo debían saber las generaciones anteriores de chinchirinos que encontrarían un suplemento vitamínico en estos frutos cuando salieran al campo. 

Una buena idea para conservar esa vitamina C  es hacer una mermelada de calambrujos. En el blog "Bienvenidos a Valdelinares" explican como elaborarla (allí se les llama "calabardos"). Es muy sencillo y me encantaría hacerla; el problema es que en estas tierras tan cálidas de Valencia no hay calambrujos ni posibilidad de conseguirlos. De todas maneras, para aquellos afortunados que todavía puedan recoger unos cuantos estos días, les ofrezco esta receta y les animo a que la prueben.