Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



miércoles, 25 de julio de 2012

Aritmética en la masía



 Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez



El día 30 de Abril de 1978 llovía en toda España y, aunque era festivo, Jerónimo Gargallo Saura, pastor de Mosqueruela, salió con sus ovejas al monte tal y como lo venía haciendo desde hacía más de treinta años, cuando siendo un niño ya pastoreaba el ganado entre lomas y barrancos mientras otros, más afortunados, podían ir a la escuela a aprender de letras y números.

Aquel día era domingo y el cielo estaba encapotado y gris. Una borrasca llevaba varios días establecida en el norte de la península y enviaba lluvias intermitentes a toda España, haciendo bueno el refrán que dice: "Marzo marcea, abril abrilea y mayo colea". De esta manera titulaban en el Abc la crónica meteorológica del día. Destacaban en ella el brusco descenso que se había producido en las temperaturas respecto a la semana anterior, mucho más cálida y soleada... pero Jerónimo Gargallo, obviamente, no consultaba la sección del tiempo en el Abc; es más, ni tan siquiera tenia una radio para oír el parte meteorológico. 


Él no lo necesitaba pues leía en las nubes los cambios del tiempo; conocía los vientos y según de donde soplaran adivinaba si traerían agua o no; sabía que cuando las moscas estaban pesadas o las ovejas se mostraban alteradas y daban saltos sin un motivo aparente era porque venían lluvias. A veces, cuando caía hollín por la chimenea o viendo como salía el humo por ella podía adivinarlo también. Había aprendido a observar los signos de la naturaleza, como generaciones de pastores antes que él y, sin ser consciente, acumulaba el saber de sus antepasados, toda una cultura oral transmitida de padres a hijos desde tiempo inmemorial.


Alrededores de Torre Nueva. Por aquí pastoreaba Jerónimo sus ovejas en el año 1979. Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez



Así pues, Jerónimo, cuando a los primeros albores del día sacó a las ovejas del corral, ya sabía que aquel domingo llovería y por eso decidió llevarlas a pacer junto a la Torre Nueva, la vieja masía que, según su nombre, en algún tiempo debió estar fortificada pero que por entonces ya estaba abandonada. "Al menos tendré un techo que me proteja cuando llueva" debió pensar mientras se dirigía hacia allí empuñando su garrote, con el zurrón en bandolera, la boina encasquetada en la coronilla y una manta sobre los hombros para protegerse del agua y el frío. 


Al poco de haber llegado a la Torre Nueva sus previsiones se cumplieron y comenzó a caer una fina y persistente lluvia. Así que Jerónimo se dirigió a la casa para ponerse a resguardo mientras las ovejas, todavía sin esquilar, pacían tranquilamente ajenas a una llovizna que parecía resbalar en sus espesos vellones. La puerta, desvencijada, estaba semiabierta y el pastor entró en la casa sin tener que buscar la llave, que seguramente guardaría el dueño oculta bajo una piedra no muy lejos de allí. Ya no era necesaria, pues la masía hacía tiempo que permanecía deshabitada y sin uso.

Pasaban las horas y seguía lloviendo. Jerónimo, acostumbrado a los anchos paisajes se aburría entre las cuatro paredes de la masía y fue entonces cuando, al ver los restos de un fuego que alguien hizo en la chimenea, se le ocurrió cojer un tizón y garabatear algo en la pared encalada. Hizo unas rayas para probarlo e inevitablemente le vino el recuerdo de sus días de escuela, cuando el maestro le sacaba a la pizarra a hacer cuentas. Fueron pocos, pero bien aprovechados, pues desde bien pequeño tuvo que ayudar al sostenimiento de la familia, aunque su padre siempre quiso que aprendiera a escribir y a hacer cuentas "para que no te engañen cuando vendas los corderos o lleves la harina al molino". Así que él fue a la escuela todo lo que pudo y aprendió con ganas a leer, escribir y las cuatro reglas.


Torre Nueva. En esta masía estuvo Jerónimo Gargallo Saura, pastor, el  30 de abril de 1979.   Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez.


Quizá fueran estos pensamientos encadenados los que llevaron a nuestro pastor a escribir lo que vemos en la foto 36 años después. Por un momento debió sentirse trasladado a la escuela de su infancia, frente a la pizarra, anotando con la tiza una división que le dicta su maestro.


Y empezó a escribir un número a voleo, sin pensar...  983245671. Era un número muy largo, de millones, y pensó que si se tratara de ovejas no cabrían en toda Mosqueruela. Decidió dividirlo por 6 y comenzó: "9 entre 6 a 1 y me quedan 3, bajo el 8 y pongo una rayita para marcar por donde voy. 38 entre 6 a 6 ......" y así  siguió hasta que al llegar al último número del cociente (el 8) se quedó sin espacio en la pared. "No pasa nada, se pone debajo y ya está la división acabada". Después quiso comprobarla y para ello tuvo que multiplicar el cociente por el divisor y sumarle el resto. Planteó la multiplicación y cuando vió que el resultado coincidía con el dividendo, él mismo se puso la B de Bien, como recordaba que hacía el maestro cuando corregía su cuaderno.


Debió quedar satisfecho Jerónimo al comprobar que la aritmética que aprendió en su infancia no se le había olvidado, pues decidió firmar para dejar constancia de que el autor había sido él: "Jeronimo Gargallo Saura a 30 de Abril de 1978"... aunque tuvo que subirse a una vieja silla para escribirlo en lo más alto, casi a la altura del techo.


Sin pretenderlo, Jerónimo, con aquel tizón en la pared encalada no solo escribió unos números al azar y resolvió una ingenua operación aritmética. Para los que miramos más allá de la fotografía, esta nos deja entrever una vida dura y esforzada en unos tiempos en que el pan se ganaba, literalmente, con el sudor de la frente. 


Tal y como se lo ganó Jerónimo Gargallo Saura, pastor de Mosqueruela.


Alberto Agudo



viernes, 6 de julio de 2012

El burro más feliz de Mosqueruela



"Zapatero", el burro más feliz de Mosqueruela, animando a la selección  horas antes de la final de la Eurocopa. Foto: Pako Salvador. 



Aquella mañana soleada de junio, "Zapatero", que no es el expresidente de España conocido por su fama de gafe, sino un burro que vive feliz en Mosqueruela... aquella mañana, digo, fue muy extraña para nuestro protagonista. Y digo esto porque "Zapatero" vio entrar a su dueño, Florencio "Cabezón", con el semblante más alegre de lo habitual, contento y diciéndole palabras amables. Llevaba en las manos dos palos con unas telas de color amarillo y rojo que le puso detrás de las orejas y una bufanda de los mismos colores que ató a su cuello.

"Zapatero" se extrañó. "Ya pasó san Antón y la Estrella, y todavía falta para la Feria... ¿Por qué me engalana mi amo de esta manera?" ...pero como no puede hablar nuestro burrito se calló, como hacía siempre y, obediente, salió con su dueño a la calle siguiendo mansamente sus pasos.

Allí comprobó que aquel día no era un día normal: en muchos balcones colgaban telas como las que le habían encasquetado en las orejas; la gente, vestida de rojo, sonreía al verle, le palmeaban el lomo, le decían cosas bonitas... y él estaba feliz porque veía a su amo también feliz y parecía orgulloso de él. Se sintió protagonista, como si fuera Platero o la mula Francis, y pensó que tenía mucha suerte de ser un burrito en Mosqueruela y llevar la vida que llevaba, paciendo tranquilamente en los prados del lavadero, sin trabajar, tan solo subiendo de cuando en cuando a su grupa a algún niño, poco peso la verdad, si pensamos lo que cargaron sus padres...¡que esos sí que trabajaron!

Despues de pasear por media Mosqueruela, llegaron a la plaza y giraron por la calle del Horno. Allí su dueño lo ató a la pared del antiguo bar de Remigio, le dijo algo que no entendió, y desapareció. "¿Donde habrá ido?", se preguntaba Zapatero, "con la calor que hace, debe estar abrevando", pensó.

Resignado, esperó a su amo. Debía ser al filo del mediodía pues el sol caía a plomo y la sombra se hacía cada vez más estrecha. Él se arrimaba a la pared buscando la frescor del muro mientras el sol avanzaba implacable y empezaba a calentar su barriga. "¿Por qué no viene mi amo? ¿se habrá olvidado de mí?, tengo calor y ya me están molestando estos palitroques en la oreja". 

En estas cavilaciones estaba cuando pasó Pako, el del bar. "Este es el que da de abrevar a los de dos patas", pensó, "quizás se apiade de mí y me sirve un pozal de agua"....pero no, Pako estaba pensando en otras cosas, pues sacó su móvil del bolsillo y le hizo una foto mientras decía: "visto lo visto, esta noche ganamos seguro".

Hasta aquí lo que sucedió antes de ese instante que captó la cámara y detuvo en el tiempo. Después ya sabemos lo que vino: España volvió a ganar la Eurocopa y esa noche muchos fuimos a dormir más felices. Quizá "Zapatero", el único burro de Mosqueruela de cuatro patas (como dice Pako), sea un talismán para la selección mejor que el desaparecido pulpo Paul de los últimos mundiales. Por lo menos es más simpático y tan típico de España como lo puede ser el botijo o la boina.

Pero... ¿qué pasó con "Zapatero"?

Cuentan que se enfadó bastante, parece ser que, acostumbrado a pacer a la sombra de los chopos del lavadero todos los días, lleva mal estar al sol mucho rato y en la calle del Horno, además, ese día no circulaba el aire. Así que cuando llegó su dueño, "Zapatero" estaba con un cabreo monumental y en un arrebato de niño mimado,  cuando este fue a desatarlo de la reja, aprovechó que lo tenía detrás y le lanzó una coz que casi lo tira al suelo.

¿Realidad, o leyenda urbana?... cuando lo sepa os lo digo.

Alberto Agudo