Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



lunes, 23 de abril de 2012

Solterón, solterón... ¿un aleluya chinchirino?


"Reflejos de Mosqueruela", en el blog Maestrazgo Mágico  (desde vilallimo.blogspot.com. )


En el blog chinchirino "Mosqueruela" podeis leer una interesante entrada sobre como se vivían y se viven las fiestas de Pascua en nuestro pueblo. En ella se menciona una tradición que perdura en nuestros días como tantas otras de nuestra Mosqueruela querida. Una tradición que expresaba en el sencillo lenguaje del pueblo su devoción a la Virgen de la Estrella, su crítica hacia las instituciones o la burla alegre y desenfadada hacia algunos vecinos o incluso las quintas de otros años.

Me refiero a las aleluyas, o pequeños retazos de la poesía y el sentir popular, que esos días se pegan en los muros,  aunque antaño se escribían con tizones o azulete sobre las paredes encaladas del lavadero o en cualquier lugar que se prestara a ello.

Fue leyendo este artículo, cuando me vino a la mente unas frases que recordaba haber leido hace tiempo sobre las gruesas paredes del Lavadero. Lo que entonces creí una ingeniosa pintada, ahora lo veo con otros ojos y me inclino a pensar que era una aleluya de Pascua. De ello hace muchos años... ¿quizá 15? Recuerdo que me llamó la atención porque destacaba en la pared que enmarcaban los viejos arcos de sillería. Sobre la cal del grueso muro interior que da a Levante, alguien había escrito, con brocha y azulete chorreante, lo siguiente:


Solterón, Solterón
que como esquila de vaca
toda la vida te pasas
haciendo ¡Tolón! Tolón!


No hice fotos, ni la trascribí al papel. No sé si todavía sigue allí, pero yo la guardé en el cofre de mis recuerdos chinchirinos, como tantos otros que me llevo cada vez que regreso a Mosqueruela, viéndolo todo con los ojos de aquel niño feliz que fue el que esto os cuenta.

Desconocemos quién fue su autor. Aunque quizá la esquila haciendo "tolón, tolón", nos de alguna pista. Sin duda alguien cercano a ese sonido tan dulce y entrañable que todavía perdura en el Molino de las Truchas o en los verdes prados de san Bernabé. Quizá no estuviera escrita tal cual la veis y yo haya alterado el orden de las palabras para darle la magia de la métrica, que la hace brillar aún más y ayuda a retenerla en la memoria. 

Pero la esencia del saber popular chinchirino están ahí. Y yo me siento orgulloso de haber rescatado del olvido un pequeño retazo de ella.

Alberto Agudo


A MODO DE EPÍLOGO
(añadido el 29/04/2012)

Imagen del lavadero después de su restauración en 2007. Desde 1978 en la pared  encalada del fondo se podía leer la aleluya. Foto: Flickeflu.com


Pocos días después de publicada esta entrada, algunos amigos de Mosqueruela me han contado la verdadera historia de la aleluya que durante más de dos décadas se pudo leer en la pared del lavadero. Aquí os trascribo uno de los correos que he recibido y que lo explica todo:
"Hola Alberto. La aleluya que había en el lavadero sí que es casi igual, pues he preguntado ya que a mi también me sonaba algo así. Y me han dicho que decía : SOLTERÓN, SOLTERÓN, CUAL ESQUILA DE VACA TODA LA VIDA, TOLÓN, TOLÓN. Fué pintada por los quintos del año 1978. También al lado pintaron: LOS QUE EN SU DÍA JALBEGARAN OS SALUDAN. Pues pensaron que les harían pintar la pared, pero no fue así.Aquel año, a todos los solterones y solteronas, les pintaron una flor en la fachada de sus casa y un número a cada uno. Cuando terminaron los quintos, en la escalinata y con los números que les habían pintado a los mozos y mozas, hicieron un sorteo para emparejarlos entre ellos. Ahora desde que arreglaron el lavadero no queda nada de las pintadas".

Y aunque los mozos no jalbegaron el muro, la autoridad sí que les obligó a hacerlo en las fachadas donde pintaron la flor y el número. Una inocentada que a las víctimas no debió sentar muy bien, pero que  sin duda dio mucho que  hablar en aquella Mosqueruela de hace 34 años.



lunes, 16 de abril de 2012

La mirada del viejo masovero






Fue en la Feria de Mosqueruela del año 2007. Era una mañana soleada hacia el mediodía y el solar junto al Pabellón Municipal donde se exhibía el ganado bullía de gente curioseando entre los cercados. Aunque se cerraba algún trato de cuando en cuando con el consabido apretón de manos, la mayoria eran curiosos que acudían allí a pasear tranquilamente viendo los animales, o familias con niños que metían las manos entre los barrotes para acariciar a las ovejas. Todo era un sinfín de saludos entre gente que hace tiempo no se ven, pues son muchos los chinchirinos que viven fuera y cada año aprovechan esta fiesta para acudir al reencuentro con los suyos.

Allí estaba yo también, mezclado entre el gentío como un chinchirino más, respirando complacido el suave olor a estiercol que me lleva a la Mosqueruela de mi infancia; cuando al levantar la mirada me llamó la atención una figura que se recortaba sobre las piedras de un muro.

Era un hombre de avanzada edad que desde lo alto observaba la escena. ¿Quién  era y que hacía allí?




Sin duda era del pueblo. Quizá viviera muy cerca, en las últimas casas que dan a las eras, y a pasos cortos, sosteniéndose en su cayado, se acercó al borde del bancal, donde él sabía que podría verlo todo sin tener que dar un rodeo y bajar la empinada cuesta... que ya los años habían hecho mella en sus piernas y a duras penas podían soportar sus frágiles huesos.

Sus dos manos, de dedos gruesos y encallecidos, se apoyaban con firmeza en un desgastado garrote. Tenía la espalda ligeramente encorvada y su rostro curtido por el sol y el frío. ¿Cuántas gavillas de trigo segó con la hoz en sus tiempos mozos? Sin duda fueron muchas y al final acabaron arqueando su espalda, como una espiga que dobla el viento. ¿Cuántos días pasó a la intemperie, pastoreando ovejas o detrás de la mula sosteniendo el arado? Expuesto al viento helado en invierno o al sol abrasador en verano, su rostro, con los años, acabó atezado y surcado por profundas arrugas.

Aquella mañana de domingo, el viejo masovero se había vestido con su mejor ropa, como hacen los chinchirinos el día de Feria. Una gorra nueva y reluciente cubría su cabello encanecido y sobre su camisa blanca, recién lavada, llevaba el chaleco de mudar sin pasarse los botones. El hombre miraba tras sus gafas de pasta, mientras entre sus labios sostenía olvidado un cigarrillo, tal vez apagado hacía rato.

Parecía absorto y meditabundo y entre las arrugas de su rostro esbozaba un gesto como de resignación dolorosa. Los pensamientos que nublaban su semblante en aquel instante capturado por la cámara no los sabemos, pero esa mirada tras los cristales, perdida y ausente, quizá lo decía todo.

¿Tal vez presentía que aquella iba a ser su última Feria?



Casi cinco años después, muchas de las preguntas que me hice en aquel momento tienen respuesta. El viejo masovero era Francisco Salvador Tena, conocido como "Fransisquet, el del mas Blanco", nacido en Mosqueruela en diciembre de 1924.

Francisco fue el mayor de 11 hermanos, vivió y trabajó casi toda su vida en las masías, además de ejercer como pastor. Sus padres fueron masoveros y él nació en el masico Maravillas, en un tiempo en que en España reinaba Alfonso XIII; tenía 6 años cuando se proclamó la II República y 14 cuando acabó la Guerra Civil. Aquellos años sombríos y de penuria los pasó en el mas Blanco, donde se trasladaron sus padres con su numerosa prole. Fueron años vividos bajo la amenaza del maquis, que les exigían víveres a punta de pistola, y de la Guardia Civil, que los veía como colaboradores de la guerrilla por ello. Más tarde Francisco se casó y se trasladó a la masía Vallejos para formar una nueva familia y años después al mas de la Suegra, última etapa de su sacrificada vida de masoguero.

Después vinieron nuevos tiempos que iban a cambiar aquel modo de vida secular. A medida que la sociedad española se desarrollaba las masías comenzaron a vaciarse. Muchos masogueros emigraron a Castellón y a otros lugares más lejanos, pero Francisco prefirió quedarse en Mosqueruela, donde reposaban sus antepasados y donde él quiso vivir el declive de su vida, como una metáfora de tantas masías desoladas.

Francisco murió en diciembre de 2007, tres meses después de tomarse estas fotografías. Descanse en paz.

Alberto Agudo. Agradezco a Conso Tena la información aportada sobre la vida de Francisco.

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Francisco se ha ido, y con su marcha se cerró el libro de una vida que apenas conocemos, como la de tantos masoveros y pastores que le precedieron, generaciones abnegadas de chinchirinos que con su trabajo y tesón forjaron la Mosqueruela que hoy conocemos. Sirva esta entrada como homenaje sincero a todos ellos.