Mi patria es mi infancia



"Mi patria es mi infancia"
. Así lo expresó un sabio y yo hago mia esta frase. Mi infancia fue feliz y me siento orgulloso de haberla vivido en Mosqueruela. Por ello me considero chinchirino de corazón y he creado este blog para rescatar la Mosqueruela de antaño, la que guardo en mis recuerdos y que me gustaría compartir con todos aquellos que, como yo, llevan a Mosqueruela en el corazón.



domingo, 4 de noviembre de 2012

Estampas chinchirinas: Agüelicas de Mosqueruela.








El domingo por la mañana hacía un frío que pelaba. Mientras fotografiaba la ermita del Loreto vi acercarse una anciana con paso decidido. Iba arrebujada en su bufanda, el pañuelico en la cabeza y un chaquetón de cuero sobre la bata de ir por casa. No llevaba falda, como antaño, sino un grueso pantalón de chandal comprado en el mercadillo de la plaza, mucho más práctico para un día frío y ventoso como aquel.
  
- !Hace frío¡ - le comenté cuando pasó frente a mí.

- Sí, sí... pero los animalicos tienen que comer - me contestó.

Y sin detener el paso, siguió caminando... ¡que no estaba el tiempo para tertulias con ese viento endiablado!




Yo me quedé mirándola, viendo como se alejaba por el camino del cementerio hacia los corrales del Erizal, pensando en las agüelicas de negro de mi infancia, y en que ahora, aunque hayan cambiado la vestimenta, seguían siendo las mismas... entrañables agüelicas de Mosqueruela.

¡Y por muchos años!

Alberto Agudo (publicado en mi página de Facebook http://www.facebook.com/alberto.agudo.315. Si tú también llevas a Mosqueruela en el corazón podemos ser amigos :) )

martes, 23 de octubre de 2012

Una escuela entre masías




Escuela de "El Carmen"(Mosqueruela) en  los primeros años de la década de 1940.  La ermita de "El Carmen" se encuentra en plena Sierra del Rayo y junto a ella varias masías, los niños de las cuales acudían allí a escolarizarse. 


Esta foto (publicada por Joaquín Mateo Dolz en el grupo Fotos Antiguas de Mosqueruela) ilustra perfectamente una época de nuestra historia reciente: la de la posguerra y, especialmente, el tipo de educación y adoctrinamiento que se impartía en las precarias escuelas de aquella España negra.

Detrás de las inocentes niñas y tapando la bandera de España, una gran foto de Franco parece estar vigilándolas, como el Gran Hermano de Orwell. La bandera está ladeada y el rostro del "Generalísimo" semitapado por las masovericas... era la única manera de que saliera en el encuadre. Y es que en aquellos años, recién acabada la Guerra Civil, la figura del "Caudillo" era omnipresente en toda España y llegaba hasta esta humilde escuela entre masías. Seguramente, bandera y foto colgarían en el aula, junto al crucifijo y la imagen de José Antonio y todos los días, antes de empezar la clase, los niños cumplirían el ritual de rendirles homenaje. 

Desde la foto, diecinueve rostros nos observan 70 años después. Es un día luminoso y el sol del mediodía apenas hace entornar sus ojos, que miran con decisión a la cámara. Llevan leotardos para protegerse del frío y sus vestidos, modestos y sencillos, parecen muy gastados, como si se hubieran estrenado años antes por sus madres o hermanas. Son niñas que para ir a la escuela han tenido que caminar desde sus masías, algunas durante más de una hora. Tienen la tez morena y curtida por el sol, el viento y el frío... y casi ninguna sonríe. Es más, algunas visten de negro, como si llevaran luto por algún familiar.

No fueron buenos tiempos para los masoveros aquellos años. Además de sufrir la escasez y la penuria generalizada en una España destrozada por la guerra, ellos padecieron otra no declarada y silenciada por el Régimen. La gerrilla antifranquista, más conocida como "Maquis", actuaba por la zona y los masoveros se vieron envueltos en el fuego cruzado de los guerrilleros y la Guardia Civil. Muchos, temiendo por sus vidas y por su familia, se vieron obligados a vivir en el pueblo o a emigrar, dejando abandonadas las masías y yermos los bancales. Un declive que continuó hasta la década de los 60/70, cuando la emigración generalizada hacia las ciudades acabó con un modo de vida que desde siglos había permitido prosperar al pueblo.

Escuela de El Carmen (Mosqueruela) a finales de la década de 1960. La foto es de Gonzalo Gargallo  Lipiani , que aparece abajo a la dcha. El maestro es D. Ricardo y los otros niños son Rosalía, Palmira, Elvira, Angelina y Julio, el que cuelga  con el bocadillo.

Sabemos que la escuela funcionó hasta principios de los años 70; aunque debió haber años que estuvo cerrada , sobre todo durante los de más actividad guerrillera, cuando obligaron a los masoveros a dormir en el pueblo y depositar las llaves de la masía en el cuartel. Mientras hubo niños, aquel sencillo edificio   cumplió su función educativa con las limitaciones de aquellos años, pero al quedar despobladas las masías, la escuela quedó cerrada para siempre... y el eco de los juegos de los niños ya no volvió a oírse en los prados de el Carmen.

Mirando esos rostros infantiles de hace 70 años pienso que ahora, las que vivan, serán unas venerables ancianas que mirarán hacia atrás en su vida y verán años de esfuerzo y sacrificio, años de duro trabajo para criar los hijos...y, a pesar de todo, recordarán los días de esta foto con la triste nostalgia del que sabe que no volverán nunca más.

Alberto Agudo

miércoles, 29 de agosto de 2012

Animalicos en extinción






FIESTA DE LOS PASTORES. MOSQUERUELA 2012


Estuve en la fiesta de los Pastores...y cené con ellos. Una cena "pastoril" y contundente, de dos platos. Como si viniéramos todos de guardar las ovejas en el corral después de un día agotador. Aunque la realidad era que podían contarse con los dedos de la mano los pastores "de verdad" que habían entre los casi 150 que estábamos allí.




Pero eso no importa cuando el pastoreo se lleva en el corazón o en el recuerdo, cuando forma parte de tu propia historia y la de tus antepasados... y ese era el caso de todos los presentes. Así que, cuando nos dieron la gorra "oficial" con el logotipo de los Pastores, no hubo nadie que no se la pusiera (comprobarlo en las fotos) y hasta yo mismo, que casi no diferencio una Cartera de una Ojinegra, me sentía como un auténtico pastor.




"Al año que viene que regalen el garrote" , dijo alguien, "y al próximo un zurrón" añadió otro. Y yo pensaba que si en ese momento me los dan y me ponen las ovejas delante del Pabellón, soy capaz de llevármelas hasta el mismo mas de Gil. Vease lo insensato que puede llegar a ser uno en el momento álgido de una cena.




Y es que la alegría y el buen humor que reinaba desde el principio se desparramó tras el postre, con la llegada de los licores espirituosos. La charanga "Los Espontáneos" ayudaba a caldear el corral y por un momento aquello me pareció la "Madre de todos los Bureos"... aunque faltaran las guitarras y las pastorcicas.




"¡Bicarbonato, bicarbonato!", exigió alguien con insistencia al camarero, "hay que acabarse el vino que sobra". Y con un poco de jarabe de limón, ya que no había miel, lo mezcló en un vaso con el vino y echó el bicarbonato mientras removía con la cuchara. "Hay que tomárselo bullendo, que sinó está muy malo". Así que para conseguirlo no queda más remedio que bebérselo de un trago y después, como mandan los cánones, eructar. ¡Que es muy malo retener gases!... y además te lo pide el cuerpo. "Ande esté esto, que se quite la Coca-Cola".




¡Sí señor! Hay que reivindicar el "Zarzón" como una bebida autóctona de Mosqueruela. Una tradición más de pastores y masoveros que se mantiene a lo largo de los años y que no está en extinción como algunos animalicos.




Y entre risas y cachondeo, rodeado de viejos amigos y con mi gorrica de pastor, que no me quité hasta que me fui de Mosqueruela, aquella noche me sentí como un chinchirino más, arropado por la hospitalidad pastoril de estos "animalicos en extinción". 

A todos los pastores, desde aquí, mi más sincero agradecimiento.


Alberto Agudo

jueves, 2 de agosto de 2012

Una pastora en "el Charco"




Pilar, pastora de Mosqueruela, a la sombra de los chopos junto a el Charco.



Ya me iba de Mosqueruela. Tomaba la vereda triste que lleva a Valencia después de cuatro días vividos intensamente entre pinos y masías, aspirando el aroma de la ontina, caminando junto a las viejas paredes, escuchando al cuervo lejano... y también días de reencuentro con los viejos amigos y algunos otros a los que solo conocía "virtualmente". Pero no quería partir a casa sin antes despedirme de mis amigos más ancianos: los chopos de El Plano. Allí me dirigí por la pista que desde la antigua serrería lleva hacia el Charco. Sentada a la sombra sobre una piedra me encontré con Pilar y sus cabras, que estaban apagando la sed en la menguada charca. 

Hablamos un rato y pronto salió el tema de la sequía de este año. "Está todo muy seco pues no ha llovido desde el año pasado.¡Dios quiera que no haya ningún incendio! No entiendo como tanto que estudian los sabios, que hasta han ido a la luna, y no son capaces de hacer que llueva. ¿Qué se les ha perdido allí?, más valdría que ese dinero lo emplearan en cosas de provecho".

Le doy la razón y ella sigue hablando de lo mal que está todo "mi marido impedido en la cama, que tengo que ir yo con las cabras y no nos dan ninguna ayuda del gobierno, ¡ya ve ustéd!" y sigue enumerando más desastres hasta que acaba diciendo "...pero he de decirle que después de la guerra fue peor". "Claro" le digo yo "además, con los maquis..."

Y entonces ella, levanta la cabeza, me mira cambiando el semblante y en un tono de voz diferente dice: " no me hable de maquis, que siendo yo una cria vinieron a la masía a llevarse a mi padre diciendo que ya no lo íbamos a ver más; y a mi madre y a nosotros, que éramos diez hermanos, nos encerraron en un cuarto a todos. Luego a mi padre lo soltaron, ¡gracias a Dios!, pues no era a él al que buscaban, que se habían equivocado, pero después se lo llevaron los de la Guardia Civil porque decían que ayudaba a los guerrilleros y allí casi lo matan de una paliza. Al final lo soltaron al pobrecico... ¡él no había hecho nada!".




Pasa un coche y Pilar se levanta para apartar las cabras del camino. Mientras se va le pregunto por la masía y me dice el nombre (que, por no anotarlo, ahora lo he olvidado) "... está en Nogueruelas, luego me vine a vivir aquí". Y con paso ligero, garrote en mano y una bolsa de plástico por zurrón se fue Pilar. Vestida como un hombre, pues en el campo sobra la coquetería. Y yo me quedé con un montón de preguntas por hacerle. 

¡Volveremos a vernos, Pilar. Quedan muchas historias por contar!

Alberto Agudo

miércoles, 25 de julio de 2012

Aritmética en la masía



 Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez



El día 30 de Abril de 1978 llovía en toda España y, aunque era festivo, Jerónimo Gargallo Saura, pastor de Mosqueruela, salió con sus ovejas al monte tal y como lo venía haciendo desde hacía más de treinta años, cuando siendo un niño ya pastoreaba el ganado entre lomas y barrancos mientras otros, más afortunados, podían ir a la escuela a aprender de letras y números.

Aquel día era domingo y el cielo estaba encapotado y gris. Una borrasca llevaba varios días establecida en el norte de la península y enviaba lluvias intermitentes a toda España, haciendo bueno el refrán que dice: "Marzo marcea, abril abrilea y mayo colea". De esta manera titulaban en el Abc la crónica meteorológica del día. Destacaban en ella el brusco descenso que se había producido en las temperaturas respecto a la semana anterior, mucho más cálida y soleada... pero Jerónimo Gargallo, obviamente, no consultaba la sección del tiempo en el Abc; es más, ni tan siquiera tenia una radio para oír el parte meteorológico. 


Él no lo necesitaba pues leía en las nubes los cambios del tiempo; conocía los vientos y según de donde soplaran adivinaba si traerían agua o no; sabía que cuando las moscas estaban pesadas o las ovejas se mostraban alteradas y daban saltos sin un motivo aparente era porque venían lluvias. A veces, cuando caía hollín por la chimenea o viendo como salía el humo por ella podía adivinarlo también. Había aprendido a observar los signos de la naturaleza, como generaciones de pastores antes que él y, sin ser consciente, acumulaba el saber de sus antepasados, toda una cultura oral transmitida de padres a hijos desde tiempo inmemorial.


Alrededores de Torre Nueva. Por aquí pastoreaba Jerónimo sus ovejas en el año 1979. Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez



Así pues, Jerónimo, cuando a los primeros albores del día sacó a las ovejas del corral, ya sabía que aquel domingo llovería y por eso decidió llevarlas a pacer junto a la Torre Nueva, la vieja masía que, según su nombre, en algún tiempo debió estar fortificada pero que por entonces ya estaba abandonada. "Al menos tendré un techo que me proteja cuando llueva" debió pensar mientras se dirigía hacia allí empuñando su garrote, con el zurrón en bandolera, la boina encasquetada en la coronilla y una manta sobre los hombros para protegerse del agua y el frío. 


Al poco de haber llegado a la Torre Nueva sus previsiones se cumplieron y comenzó a caer una fina y persistente lluvia. Así que Jerónimo se dirigió a la casa para ponerse a resguardo mientras las ovejas, todavía sin esquilar, pacían tranquilamente ajenas a una llovizna que parecía resbalar en sus espesos vellones. La puerta, desvencijada, estaba semiabierta y el pastor entró en la casa sin tener que buscar la llave, que seguramente guardaría el dueño oculta bajo una piedra no muy lejos de allí. Ya no era necesaria, pues la masía hacía tiempo que permanecía deshabitada y sin uso.

Pasaban las horas y seguía lloviendo. Jerónimo, acostumbrado a los anchos paisajes se aburría entre las cuatro paredes de la masía y fue entonces cuando, al ver los restos de un fuego que alguien hizo en la chimenea, se le ocurrió cojer un tizón y garabatear algo en la pared encalada. Hizo unas rayas para probarlo e inevitablemente le vino el recuerdo de sus días de escuela, cuando el maestro le sacaba a la pizarra a hacer cuentas. Fueron pocos, pero bien aprovechados, pues desde bien pequeño tuvo que ayudar al sostenimiento de la familia, aunque su padre siempre quiso que aprendiera a escribir y a hacer cuentas "para que no te engañen cuando vendas los corderos o lleves la harina al molino". Así que él fue a la escuela todo lo que pudo y aprendió con ganas a leer, escribir y las cuatro reglas.


Torre Nueva. En esta masía estuvo Jerónimo Gargallo Saura, pastor, el  30 de abril de 1979.   Foto: Mosqueruela Rural. Estrella Gómez.


Quizá fueran estos pensamientos encadenados los que llevaron a nuestro pastor a escribir lo que vemos en la foto 36 años después. Por un momento debió sentirse trasladado a la escuela de su infancia, frente a la pizarra, anotando con la tiza una división que le dicta su maestro.


Y empezó a escribir un número a voleo, sin pensar...  983245671. Era un número muy largo, de millones, y pensó que si se tratara de ovejas no cabrían en toda Mosqueruela. Decidió dividirlo por 6 y comenzó: "9 entre 6 a 1 y me quedan 3, bajo el 8 y pongo una rayita para marcar por donde voy. 38 entre 6 a 6 ......" y así  siguió hasta que al llegar al último número del cociente (el 8) se quedó sin espacio en la pared. "No pasa nada, se pone debajo y ya está la división acabada". Después quiso comprobarla y para ello tuvo que multiplicar el cociente por el divisor y sumarle el resto. Planteó la multiplicación y cuando vió que el resultado coincidía con el dividendo, él mismo se puso la B de Bien, como recordaba que hacía el maestro cuando corregía su cuaderno.


Debió quedar satisfecho Jerónimo al comprobar que la aritmética que aprendió en su infancia no se le había olvidado, pues decidió firmar para dejar constancia de que el autor había sido él: "Jeronimo Gargallo Saura a 30 de Abril de 1978"... aunque tuvo que subirse a una vieja silla para escribirlo en lo más alto, casi a la altura del techo.


Sin pretenderlo, Jerónimo, con aquel tizón en la pared encalada no solo escribió unos números al azar y resolvió una ingenua operación aritmética. Para los que miramos más allá de la fotografía, esta nos deja entrever una vida dura y esforzada en unos tiempos en que el pan se ganaba, literalmente, con el sudor de la frente. 


Tal y como se lo ganó Jerónimo Gargallo Saura, pastor de Mosqueruela.


Alberto Agudo



viernes, 6 de julio de 2012

El burro más feliz de Mosqueruela



"Zapatero", el burro más feliz de Mosqueruela, animando a la selección  horas antes de la final de la Eurocopa. Foto: Pako Salvador. 



Aquella mañana soleada de junio, "Zapatero", que no es el expresidente de España conocido por su fama de gafe, sino un burro que vive feliz en Mosqueruela... aquella mañana, digo, fue muy extraña para nuestro protagonista. Y digo esto porque "Zapatero" vio entrar a su dueño, Florencio "Cabezón", con el semblante más alegre de lo habitual, contento y diciéndole palabras amables. Llevaba en las manos dos palos con unas telas de color amarillo y rojo que le puso detrás de las orejas y una bufanda de los mismos colores que ató a su cuello.

"Zapatero" se extrañó. "Ya pasó san Antón y la Estrella, y todavía falta para la Feria... ¿Por qué me engalana mi amo de esta manera?" ...pero como no puede hablar nuestro burrito se calló, como hacía siempre y, obediente, salió con su dueño a la calle siguiendo mansamente sus pasos.

Allí comprobó que aquel día no era un día normal: en muchos balcones colgaban telas como las que le habían encasquetado en las orejas; la gente, vestida de rojo, sonreía al verle, le palmeaban el lomo, le decían cosas bonitas... y él estaba feliz porque veía a su amo también feliz y parecía orgulloso de él. Se sintió protagonista, como si fuera Platero o la mula Francis, y pensó que tenía mucha suerte de ser un burrito en Mosqueruela y llevar la vida que llevaba, paciendo tranquilamente en los prados del lavadero, sin trabajar, tan solo subiendo de cuando en cuando a su grupa a algún niño, poco peso la verdad, si pensamos lo que cargaron sus padres...¡que esos sí que trabajaron!

Despues de pasear por media Mosqueruela, llegaron a la plaza y giraron por la calle del Horno. Allí su dueño lo ató a la pared del antiguo bar de Remigio, le dijo algo que no entendió, y desapareció. "¿Donde habrá ido?", se preguntaba Zapatero, "con la calor que hace, debe estar abrevando", pensó.

Resignado, esperó a su amo. Debía ser al filo del mediodía pues el sol caía a plomo y la sombra se hacía cada vez más estrecha. Él se arrimaba a la pared buscando la frescor del muro mientras el sol avanzaba implacable y empezaba a calentar su barriga. "¿Por qué no viene mi amo? ¿se habrá olvidado de mí?, tengo calor y ya me están molestando estos palitroques en la oreja". 

En estas cavilaciones estaba cuando pasó Pako, el del bar. "Este es el que da de abrevar a los de dos patas", pensó, "quizás se apiade de mí y me sirve un pozal de agua"....pero no, Pako estaba pensando en otras cosas, pues sacó su móvil del bolsillo y le hizo una foto mientras decía: "visto lo visto, esta noche ganamos seguro".

Hasta aquí lo que sucedió antes de ese instante que captó la cámara y detuvo en el tiempo. Después ya sabemos lo que vino: España volvió a ganar la Eurocopa y esa noche muchos fuimos a dormir más felices. Quizá "Zapatero", el único burro de Mosqueruela de cuatro patas (como dice Pako), sea un talismán para la selección mejor que el desaparecido pulpo Paul de los últimos mundiales. Por lo menos es más simpático y tan típico de España como lo puede ser el botijo o la boina.

Pero... ¿qué pasó con "Zapatero"?

Cuentan que se enfadó bastante, parece ser que, acostumbrado a pacer a la sombra de los chopos del lavadero todos los días, lleva mal estar al sol mucho rato y en la calle del Horno, además, ese día no circulaba el aire. Así que cuando llegó su dueño, "Zapatero" estaba con un cabreo monumental y en un arrebato de niño mimado,  cuando este fue a desatarlo de la reja, aprovechó que lo tenía detrás y le lanzó una coz que casi lo tira al suelo.

¿Realidad, o leyenda urbana?... cuando lo sepa os lo digo.

Alberto Agudo 


miércoles, 27 de junio de 2012

La leyenda del cuervo blanco



A caballo de los años 60/70, cuando yo vivía en Mosqueruela, durante un cierto tiempo hubo un tema de conversación habitual entre los cazadores del puebloYa fuera en los bancos de casa Pascuala, lugar habitual de tertulia, o tomándose unos vinos servidos por Valentín en el bar "La Portera", siempre se acababa hablando del cuervo blanco. 

Un cuervo extrañamente blanco, albino, solía verse por estos parajes y su presencia no pasaba inadvertida pues su blancura lo delataba cuando estaba con sus compañeros de bandada. Eran muchos los que lo habían visto por los prados de San Bernabé, sobrevolando los bancales del mas de Ciprián o entre los rastrojos de El Plano. 

El insólito cuervo blanco, ademas de protagonista de estas charlas de bar, era una pieza codiciada por muchos y parece que algunos llegaron a disparar sobre él, aunque no consiguieron abatirlo pues era tan esquivo como sus congéneres de color negro.

¿Qué fue de aquel cuervo? Tengo pocos detalles de esta historia. Mi padre, que solía cazar por aquella zona y lo vio en varias ocasiones, me contó que después de unos meses desapareció y ya nadie lo volvió a ver más. 

Por eso cuando muchos años después me enteré de que en el Ayuntamiento de Puertomingalvo se exhibía un cuervo blanco disecado, pronto me vino a la mente el cuervo albino del que me hablaba mi padre: ¿sería el mismo?


Corneja negra albina (Corvus Corone) expuesta en el ayuntamiento de Puertomingalvo


En el Ayuntamiento de Puertomingalvo me informaron de que no se trataba de un cuervo, sino de una corneja (Corvus Corone) y que la encontraron electrocutada bajo un tendido eléctrico a finales de los 80. La Corneja negra, aunque de menor tamaño, es muy similar al cuervo, pues son de la misma familia y por eso no es extraño que a veces se confundan con este, sobre todo si se ven de lejos.

Estaba claro que, por la fecha, no se trataba del cuervo blanco que yo conocía, sino de otro que apareció años más tarde. Su presencia, como pasó antes, también causó el asombro de todos, hasta incluso la noticia tuvo eco en la prensa. Aquí os trascribo lo que publicaba EL PAÍS en julio de 1987:

Un ganadero localiza un cuervo blanco en Teruel. Un cuervo de color blanco ha sido localizado en el término municipal de Puertomingalvo (Teruel). El veterinario de Mosqueruela, pueblo cercano al anterior, Pedro Navarro, no podía dar crédito al descubrimiento de Francisco Gil, un ganadero de la zona, quien le avisó de la existencia del cuervo. "Cuando me lo dijeron me lo tomé a broma pero la curiosidad me llevó hasta la zona y lo ví", precisó Navarro.
El cuervo blanco ya vuela, por lo que debe tener alrededor de un mes y medio de vida. Puede vérsele acompañado de sus padres y otros tres pollos más, todos de color negro. Los expertos creen que se trata de una mutación genética, y hasta Puertomingalvo han llegado naturalistas para tomar fotografías del cuervo blanco y estudiarlo. EL PAÍS. Javier Ortega. Zaragoza. 28 Julio 1987

Sería interesante conocer esos estudios y poder ver las fotografías que, según el articulista, se hicieron. Mientras tanto nos tendremos que contentar con ver el "cuervo" blanco tras los cristales de la urna que lo protege del polvo... y yo por mi parte preguntándome si aquella ave blanca que vio mi padre no sería un antepasado de esta corneja albina. 






Alberto Agudo

viernes, 8 de junio de 2012

Regreso a la Cucharera



La Cucharera en 1996.



Hoy os tengo que contar una triste historia. Es la historia de quien va a visitar a un viejo amigo del que nada ha sabido en muchos años y lo encuentra moribundo y postrado en su lecho de muerte, abandonado por todos, sin que a nadie parezca preocuparle su triste destino.


Así me encontraba yo cuando regresé a fotografiar, tras quince años, aquella hermosa masía de la que entonces desconocía su nombre: La Cucharera. Acudí de nuevo a su encuentro porque me fascinaba su sencilla y austera belleza escondida entre los pinos, con aquel reloj de sol que, inexorable, seguía marcando las horas sobre la pared desconchada, como la cuenta atrás de una muerte anunciada


La Cucharera en 2011


El reencuentro no pudo ser más desolador. La vieja masía se había hundido. Sus huesos de madera se quebraron de viejos y carcomidos y no pudieron soportar el peso del abandono y la soledad. Algún aciago día de tormenta, la roja techumbre de tejas de arcilla se desplomó y arrastró consigo el suelo de las dos plantas. Aunque los recios muros aguantaron la embestida y todavía se mantenían en pie, dentro la destrucción era total y los escombros lo cubrían todo. 




Con el corazón encogido tomé estas fotos. Son el testimonio de la lenta y agónica desaparición de muchas masías que en un tiempo no muy lejano palpitaban de vida y ahora permanecen desoladas y cubiertas de ortigas.






La Cucharera se ha hundido, pero el reloj de sol, que nació marcando las horas de la República, sigue proyectando su sombra exacta sobre la pared desconchada.






Dentro de la casa nada queda en pie, los escombros y la ortiga lo cubren todo.




El viejo cerezo resiste junto a la era. Él, que fue testigo de los alegres dias de la trilla, ahora languidece abandonado de la mano del hombre.




En la era la hierba ha crecido y alfombrado las losas, que no se distinguen a la vista. Hace mucho que dejó de trillarse en ella.



El sauco, planta mágica, se ha extendido en un verde abrazo sobre la ladera y pronto tapará los muros de piedra seca.



... y la desvencijada puerta del corral que hace años cerró por última vez el pastor.



La hierba cubre con su manto lo que ha abandonado el hombre.



Los recios muros se mantienen en pie y de los ojos de sus ventanas parecen derramarse lágrimas de barro. La Cucharera llora por su triste destino. 



Ahora en la Cucharera reina el silencio del pinar. Ese silencio que se confunde con el susurro del viento entre los pinos y que tan solo es roto, en alguna ocasión, por el graznido lejano de algún cuervo. 


Pero hay otro silencio peor que se abate sobre esta y las demás masías. Es un silencio que crece a medida que se apagan las voces de los últimos masoveros: el silencio del olvido... y todavía está en nuestras manos el remediarlo.


Alberto Agudo

domingo, 27 de mayo de 2012

Una Estrella en el corazón




Han comenzado ya las Fiestas de La Estrella y en el poblado esta noche reinará el espíritu jovial y festivo de los alegres bureos, como así ha sido durante siglos. Muchos van a ser los que estarán allí en persona y otros, desde la lejanía, lo harán con el pensamiento. Allí está el mío mientras esto escribo y allí lo estaba cuando, desde el corazón, compuse estas humildes estrofas a una Estrella que, esta noche, brilla entre mil estrellas.


Una Estrella en el corazón


Ya se acaba el mes florido,
postrer domingo de Mayo
ya engalana el chinchirino
casa, persona y caballo.

Ya lucen las zagalicas
trajes de bellos bordados
la campanas ya repican
La Estrella ya ha comenzado

Y repican las campanas
anunciando un año más
que la virgen soberana
ha salido a pasear.

Ya están en la Barbacana
en alegre procesión
y en los pechos arde llama
de una ancestral devoción.

Y los sabios, negros cuervos
ya silencian su graznar
presentando sus respetos
a la Virgen del lugar.

Y el viejo chopo de El Plano,
centinela en formación,
inclina sus verdes ramos
como una guardia de honor

Ya baja la romería
por el Barranco del Majo
en devota algarabía
se dirigen rambla abajo.

Y suben la cuesta umbría
con fervor y sacrificio
bebiendo del agua fría
de la Fuente de Aparicio.

Ya divisan las murallas,
las ruinas del torreón
que ganó en justa batalla
Don Jaime el Conquistador.

Ya se escucha el suave arrullo
del agua del Monleón
y a lo lejos un murmullo,
campanas tocadas son.

Y entre humildes margaritas
que tapizan los bancales
se dirigen a la ermita
zagalicas y zagales.

Y van cantando a una Estrella
que porta en mano divina
la virgen más dulce y bella
que la razón imagina.

Ya ha entrado en el Santuario
portada por los pastores
sobre el dosel centenario
va derramando favores.

Pasa la vida y, con ella,
pasan los años, los siglos
queda en el cielo La Estrella
y este fervor chinchirino.

¡Virgencica de la Estrella!
¡Virgen de mi devoción!
al igual que a Mosqueruela
te llevo en mi corazón.

Alberto Agudo

lunes, 21 de mayo de 2012

Cuando el Tamborero retumba


En lo más alto de el Tamborero, donde el horizonte se abre hacia el Penyagolosa, algunos pinos nos hablan desde las cicatrices que surcan sus troncos. Son las marcas del rayo y nos dicen que si la tormenta se desata en aquella Sierra lo mejor es no encontrarse allí.


Cuando el Tamborero retumba, el eco de su tambor resuena barranco abajo, sobre los pinos que  agita la tormenta y no se apaga hasta que, rebasando el Penyagolosa, llega a las tierras bajas de Castellón. Es entonces cuando el pastor se apresura a guardar su ganado, el masovero busca cobijo en lugar seguro y muchas almas sencillas de esta tierra, tantas veces herida por el rayo, invocan la protección de la Virgen de la Estrella, patrona de Mosqueruela.


El puntal del Tamborero se encuentra estratégicamente situado en el vértice que forman los términos de Mosqueruela, Cantavieja y La Iglesuela del Cid. Desde sus 1766 m. de altitud se puede observar hacia el sur la imponente mole del Penyagolosa, destacando entre un horizonte quebrado de barrancos y pinares, donde al final, muy lejos, podemos intuir el azul del mar.  

A la cima del Tamborero se llega por una pista entre suaves pendientes. Allí una torre de vigilancia forestal, que ya estaba en los años 60, destaca su color amarillo entre el verde de los pinos. Firmemente anclada a las peñas que coronan su cima, parece retar el viento de las tormentas y los rayos devastadores que a menudo fulminan los pinos a sus pies.

Torre de vigilancia forestal en el Tamborero, donde coinciden los términos de Mosqueruela, Cantavieja y La Iglesuela del Cid.

Y es que las peculiares condiciones orográficas de El Tamborero, justo en los límites de la Sierra del Rayo, hacen de él un pararrayos telúrico, un lugar hacia el que las fuerzas eléctricas desatadas por la naturaleza sienten especial querencia. Y la prueba de esto la tenemos en los numerosos pinos que se ven marcados con una cicatriz que recorre su tronco, desde la copa hasta el suelo, señal inconfundible del impacto de un rayo. Una herida que no suele matar el árbol, pero que permanece escrita en su corteza, como un aviso de peligro cuando las nubes se hacen negras sobre el Pinar Ciego y el viento comba los altos pinos.


La trayectoria del rayo permanece durante años marcada en la corteza de los pinos, como un aviso para el que sabe observar los signos de la naturaleza.


Dos pinos hermanos alcanzados por el mismo rayo. A pesar de la enorme cicatriz todavía se mantienen en pie.


El vigor del árbol consigue cicatrizar la herida. Pero, solitario y en un claro, sigue expuesto al peligro. ¿Cúando volverá a ser alcanzado?


Un impacto reciente. Sorprende la ausencia de zonas quemadas en la herida.


Sobre el nombre  "Tamborero"

La Toponimia es la ciencia que estudia el origen del nombre de los lugares, preguntándose porqué nuestros antepasados los llamaron así. Los topónimos suelen tener su origen en nombres de personas, como es el caso de Puertomingalvo (el puerto de Abingalvón, un jeque moro aliado del Cid) o en alguna característica del lugar que lo diferencia de los otros, como nos cuentan de la misma Mosqueruela, que proviene de "mosquera", palabra que designaba antaño el lugar donde se concentraba el ganado para descansar en su ruta trashumante.

Algunos de nuestros topónimos tienen un origen fácil de descubrir: el Plano (una planicie entre montañas), el Azafranar (en sus altos quizá crecía el azafrán), la loma del Milano (donde, tal vez, solían verse estas rapaces)... pero de otros no es tan evidente y su sentido se perdió en la noche de los tiempos.

Los rayos tienen querencia por los pinos aislados

Siempre me he preguntado el porqué se le llamó al puntal del Tamborero así, con ese rotundo y sonoro nombre. De pequeño ya se lo planteé a mi padre y recuerdo la historia que me contó:  "Hace más de cien años, cuando las Guerras Carlistas, en Cantavieja se había establecido el general Cabrera con el grueso de su ejército. En lo alto del Tamborero había establecido un puesto de vigilancia para avisarle con tiempo de la llegada del enemigo y cuando así ocurría, el vigía, que era un niño, tocaba un tambor y ponía en aviso al general".

Ahora, con la perspectiva de los años, aquella respuesta que entonces sació mi curiosidad de niño pienso que quizá fuera una historia que se inventó mi padre para complacer mi imaginación ávida de aventuras. Como las de Ulises que tanto le pedí que me contara y que él lo hacía cambiando a veces el final o mezclando los personajes.

Mutilado por el rayo, este pino sobrevive con la mitad de sus ramas.

Despues de ver estos pinos heridos por el rayo me inclino cada vez más a pensar en que el Tamborero lo llamaron así porque allí se desata el trueno: el retumbadero, o lugar donde retumba, y que por similitud semántica se transformó en tamborero. Porque cuando la tormenta se desencadena en la Sierra del Rayo entonces los estampidos retumban en el Tamborero, como si un gigante enfurecido rasgase sus tambores tras las nubes.

Mientras tanto, ajeno a estas cuestiones, el puntal del Tamborero sigue erguido entre barrancos, atrayendo rayos y centellas, como un mojón ancestral que contactara el cielo con la tierra equilibrando las energías telúricas. Y si por casualidad, estando allí, veis negras las nubes sobre el pinar Ciego y notais que el viento huele a tierra mojada, guardaos bien... y que os proteja la Virgen de la Estrella.